Opinión: Cuando un operativo termina con un muerto, nadie gana

 

Barahona.-

Por David Santana.-

En el ejercicio de la labor policial y militar, los operativos deben tener como finalidad preservar la vida y garantizar la paz. Sin embargo, cuando una intervención culmina con una persona muerta, debemos cuestionarnos profundamente si realmente fue un “buen operativo”. Porque en ese momento, el oficial que acciona no solo cumple una orden: también cruza una línea que lo marca para siempre.



Un operativo que termina con un muerto no puede verse como un éxito. Por el contrario, es una derrota moral y profesional. La misión del agente no es eliminar al individuo, sino contenerlo, reducirlo y llevarlo ante la justicia con vida. Cuando se recurre a la violencia letal como primera opción —y no como último recurso en defensa propia—, el oficial se convierte también en actor de un crimen.


La verdadera victoria está en la prevención. Evitar el homicidio es una forma de salvación, no solo para la persona que pudo haber muerto, sino para el alma del propio agente. No hay entrenamiento que prepare al ser humano para vivir con el peso de una muerte innecesaria. Y cuando el uniforme se cuelga y se deja atrás la carrera, los fantasmas no desaparecen: se hacen más ruidosos. Lo que parecía una acción “necesaria” se transforma en un tormento silencioso, que muchas veces termina arrastrando también a la familia del oficial.


La táctica, el autocontrol, la negociación y la paciencia deben ser las herramientas más valiosas de un agente. Actuar con frialdad no significa disparar sin dudar, sino intervenir sin dejar que el ego o el miedo dicten el resultado. Salir de una situación sin vidas perdidas es salir sin cicatrices en el alma.


Es urgente fomentar una cultura institucional centrada en la vida, en el respeto por los derechos humanos, y en el compromiso con una justicia que no mata, sino que transforma.


Porque cuando un operativo termina con un muerto, no solo muere un ciudadano. También se hiere la conciencia de quien apretó el gatillo, y con ella, la de toda la sociedad.

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